La lágrima se escurre
por las paredes envejecidas
y el mar se esconde
entre las rocas
que se olvidaron de escapar,
desperdigadas y amnésicas en la costa.
Los pasos se engañan unos a otros
y se pierden frenéticos
en la huida atormentada
de los solitarios.
Y en esta pequeña y nueva plaza
de ardores cómplices
y dolores espirituales compartidos,
las sombras de los arbustos
asemejan iglus
citadinos e indecentes.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario