¡Qué tarde tan larga!
Están ennegrecidas mis lámparas de colores,
mis pequeñas plantas se han agrisado,
las gotas de la lluvia parecen
timbales de profundo llanto.
El Sol está en su mediodía
y yo, atardeciendo.
Se me escapa de entre los dedos el abecedario.
Mis manos tiemblan y se cae el agua
entre los pétalos oscuros de mis “pensamientos”.
Hoy ya no me importa el tiempo
ni sus cósmicos trayectos.
Mis ojos miran extraviados el lugar que no existe.
Me sobran las lágrimas … y se caen… y se van.
Hay un telón que recién no estaba.
Hay un olor a humo enmohecido, imperecedero.
Siento que no ocupo espacio con mi cuerpo.
Me duelen la garganta y los dedos.
Las caricias arrancan mi estúpida piel.
Se acorta la tarde. Anochece.
Se alarga esta diáspora eterna,
destierro de milenios y siglos humedecidos.
Me aburro y me desgano.
Añoro volver.