En una tarde de marzo
mientras cantan los gorriones
colgados del hilo que corta el paisaje,
me acordé de vos.
Me acordé viendo las plantas
y los balcones de las casas vecinas
que delatan
la calidad del alma de sus moradores
que no conozco.
Escuchando Vivaldi grabado
y repasando a Kafka,
como un golpe de luz en mi memoria,
me acordé de vos.
Me acordé regando tus “nomeolvides”
y tus malvones,
quitándoles hojas muertas
en inútil espera de tu vuelta
y de tus palabras que hacían crecer.
Viendo mi imagen sola y triste
en el espejo de la sala,
ahora que ya he vuelto de tantas cosas,
y sintiéndote lejos,
me acordé de vos.
Es inútil querer que me olvide
de tus risas sin vallas,
de tus manos ágiles y prontas,
de tus ojos claros,
de tus palabras.
Son parte de una parte que no manejo
porque, sabrás,
te llevo inscripto y silencioso en mi alma.