“Para ti pordiosera,
vergüenza mía, inocultable testigo del egoísmo.”
Tus manos
cayados patriarcales,
elongadas formas de tristeza.
Báculos!
Potestades!
Una mitra de honor.
Escapulario de lágrimas
crucificadas y pobres.
Tus manos
bastones de pregonero,
ensayan siempre la curva y no les sale
porque están sumisas.
Sumidas.
Tus manos,
con nervaduras insistentes
que se crispan desde adentro
y una explosión de arrugas y nudos
pidiendo y exigiendo
la justicia
o el desprecio.
Te cuesta la vida vivir.
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