Cuando se es cojo, ciego o tonto,
alto, bajo, gordo, flaco,
lindo, feo, negro, blanco,
rápido, lento,
aprobado, reprobado,
sensual, amorfo,
antipático, simpático,
se tienen las imperfecciones
según las retinas
de los ojos que nos juzgan.
Subiremos las laderas empinadas
por el frenético juego de la vida;
de la vida,
de la competencia
armada
para ganar la muerte,
ni la rosa ni el laurel, la Parca.
El dolor de ser o no ser,
desde Hamlet,
tiene las hachadas formas de las calaveras.
Nunca seremos todo lo que planeamos
y, cuando nos demos cuenta,
gritaremos:
¡Respóndeme cuando te invoco!
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