sábado, 8 de agosto de 2009

UNA BELLEZA ENCANTADORA

Una máscara veneciana.
Un tul enarbolado por el viento.
El toro acechando el capote.
Un durazno de piel terciopelo.
Un pez nadando en el lago.
La pantera negra husmeando un secreto.
Una flor con miles de pétalos.
Un olor familiar y dulce.
La luz del fuego reflejada en la cueva.
Un sinfín de cristales sonando
y una perla,
sin duda,
una perla.
Un oso en el bosque canadiense.
Una gacela saltando el arroyuelo.
El helecho en las sombras, anhelante.
Un musgo verde y rojo ensartado en la piedra.
Todo me queda nada
para descifrar el misterio
de tu encantadora belleza.

EL PRETÉRITO FUTURO

Si hubiera encontrado los colores
habría pintado otro cuadro.
Con mas luces y sombras,
menos blanco,
colores intermedios
y una luz en el ángulo
que le diese forma.
Es difícil ser fiel a las imágenes
que se forjan en la mente.
Es difícil transformarlas
en objetos de la admiración ajena.
Sólo el soplo del genio
indica el camino,
a veces conflictivo,
de la armonía en los colores
y del equilibrio en los actos.

LA HISTORIA ABISAL

Los abismos acercan al lugar
de donde jamás quisiéramos volver.
Con pozos de agua,
piedras azules y musgos brillantes.
Los mares impetuosos
son mansos en su máximo riesgo.
Las selvas impenetrables
conducen a bellezas arcanas e inauditas.
Los espacios secretos
velan paisajes maravillosos,
ríos sinuosos
y cataratas apuradas.
La lluvia da vida
y también, mata.
Los vientos acaman las mieses
y también, las arrancan.
De todos los espacios posibles,
de todos los sueños no realizados,
de las mil fantasías de una vida entera,
elijo el abisal lugar
de donde nunca habría de regresar:
la Historia.

ENSUEÑO

Me contaron ayer,
al pasar por allá,
que los lagos se formaron,
hace años atrás,
con el llanto de diminutas lunas
que rondaban los campos.

Cuando el Sol los seca
persisten las pequeñas Selene
ayudadas por las grullas
y las cigüeñas blancas
y algún que otro flamenco
que sueña,
apoyado en una pata,
con el día en el que,
de repente,
encuentre la otra.

Dicen que en las medianoches,
cuando la Luna duerme
detrás de la Tierra,
hay comparsas de cautivas ancestrales
que lloran al compás del viento.
También la Pachamama,
derrama su llanto
por los poros tristes
de los campos cultivados
para que las aves y los cuises las beban.
Hay otros que explican
que en las depresiones propias de los campos
las lluvias se acumulan
y así nacen
las lagunas y los lagos.
A éstos no creo
porque dicen también,
que la Luna no es de queso.

ENIGMÁTICA

Amaneciste una tarde enrojecida
desde el recuerdo que acumula esperas.
Como cancel de rejas enredadas
y abiertas a golpes
de cincel y de martillos.
Como las piedras pequeñas que engarzamos
derredor de nuestro cuerpo en un adagio
de galácticos anillos.
Sutileza y silencio de pantera,
pureza y frescura de manantial.
Niñez sincera y perdida,
pasión marcada y tensa.
Lo vi ante esa casa arruinada,
destruida.
Quería estar soñando y no podía.
La embriaguez no bastó.
Estaba parado
en un hueco inoportuno;
en un tiempo
frente a la fuente inversa;
en medio de un día de desventura y de dolor.
Estaba todo destrozado y roto.
Todo sucio y disperso.
Sentado ante sus propios ojos
no pudo perdonarse y
se fue
creyendo haberlo logrado,
sin caminar ni tan siquiera un paso.
Se fue
y nunca llegó a lugar alguno.
Entonces yo espero solo y enrollado,
espero abierto
a golpes de cincel y de martillo.
Como el oro espera a la gema.
Mi memoria le posee.
Su nombre, entre tantos nombres,
es Memoria.

EL HALL

Sillones oscuros enmarcan el espejo
donde se mira eternamente La Maja
alumbrada en silencio
por la tenue luz del quinqué.
El gaucho noble, de manos de Santiago,
descansa en el límite.
Entro cada noche
y me espera el mismo marco
sobre el que día a día
mi vida se arrodilla.
Tengo un trasfondo en alguna parte.
Quizás todo termine así,
entre estas cosas que heredé de niño.
Pero yo clamo,
clamo y grito al cielo y al vacío,
tal vez alguno de los dos escuche
esta súplica redonda por gastada
este deseo animal por profundo.

BLANCO, BLANCO, BLANCO

Sólo una pila de cigarrillos,
blancos,
descansa en el pasillo
como testigos calcinados por la angustia.
Las sombras tras los vidrios,
blancos,
prestan un sobresalto rítmico
a la impuesta quietud circundante.
Las sábanas, las batas y azulejos,
blancos,
enmarcan,
con grotescos trazos,
el último devenir de los suspiros.
Los espasmos de la computada disciplina,
blancos,
prestan sus pantallas de estrellas
al protagonista del último acto.
Blanco, blanco, blanco.
¡Que irónica ausencia de color!
¡Que estúpida ascesis de la ciencia!
Justo cuando los ojos
captarán el último recuerdo.