sábado, 8 de agosto de 2009

BLANCO, BLANCO, BLANCO

Sólo una pila de cigarrillos,
blancos,
descansa en el pasillo
como testigos calcinados por la angustia.
Las sombras tras los vidrios,
blancos,
prestan un sobresalto rítmico
a la impuesta quietud circundante.
Las sábanas, las batas y azulejos,
blancos,
enmarcan,
con grotescos trazos,
el último devenir de los suspiros.
Los espasmos de la computada disciplina,
blancos,
prestan sus pantallas de estrellas
al protagonista del último acto.
Blanco, blanco, blanco.
¡Que irónica ausencia de color!
¡Que estúpida ascesis de la ciencia!
Justo cuando los ojos
captarán el último recuerdo.

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