sábado, 8 de agosto de 2009

ENIGMÁTICA

Amaneciste una tarde enrojecida
desde el recuerdo que acumula esperas.
Como cancel de rejas enredadas
y abiertas a golpes
de cincel y de martillos.
Como las piedras pequeñas que engarzamos
derredor de nuestro cuerpo en un adagio
de galácticos anillos.
Sutileza y silencio de pantera,
pureza y frescura de manantial.
Niñez sincera y perdida,
pasión marcada y tensa.
Lo vi ante esa casa arruinada,
destruida.
Quería estar soñando y no podía.
La embriaguez no bastó.
Estaba parado
en un hueco inoportuno;
en un tiempo
frente a la fuente inversa;
en medio de un día de desventura y de dolor.
Estaba todo destrozado y roto.
Todo sucio y disperso.
Sentado ante sus propios ojos
no pudo perdonarse y
se fue
creyendo haberlo logrado,
sin caminar ni tan siquiera un paso.
Se fue
y nunca llegó a lugar alguno.
Entonces yo espero solo y enrollado,
espero abierto
a golpes de cincel y de martillo.
Como el oro espera a la gema.
Mi memoria le posee.
Su nombre, entre tantos nombres,
es Memoria.

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