Mi generación sufrió muchas cárceles. Unas de rejas y otras peores.
Son líneas que parten desde abajo
y llegan hasta el techo.
Otras las parten
haciendo un sinfín de cruces.
Son de hierro.
Estoy preso.
Saco los brazos entre ellas
y mis manos se alimentan
de un aire distinto
que está al otro lado de la celda.
Pequeños adelantos de la libertad
que algún día tendré.
Es el techo y es el piso
y mil pasos,
un segundo
y otros tantos,
un minuto,
un suspiro,
otros pasos
y el tiempo que no pasa
tan rápido como yo quisiera
y necesito.
Una vuelta y otra y otra más.
Son líneas que parten desde abajo
y llegan hasta el techo.
Se hacen pequeñas desde donde
me encuentro.
Ya soy libre, amo tanto
y ya soy viejo.
Lo que ellos perdonaron
no lo pudo perdonar el Tiempo.
Las rejas se clavaron en mi carne
y las cruces encorvaron mis hombros.
Es el techo y es el piso
y mil pasos,
un segundo
y otros tantos,
un minuto,
un suspiro,
otros pasos
y el tiempo que no pasa
tan rápido como yo quisiera
y necesito.
Una vuelta y otra y otra más.
La débil luz de cada día
empequeñeció los ojos
hasta detrás de los huesos.
Se abatieron las palomas de mis manos.
ya no saben
dar de comer a los gorriones.
No pueden aplaudir estrenos.
Son dos aves muertas.
La tristeza no quiere dejarme solo,
se acostumbró a estar tan cerca.
Se me adosó como los lunares y las canas,
los vicios y el tinte amarillo de los dedos.
Es el techo y es el piso
y mil pasos,
un segundo
y otros tantos,
un minuto,
un suspiro,
otros pasos
y el tiempo que no pasa
tan rápido como yo quisiera
y necesito.
Una vuelta y otra y otra más.