Cuando la tarde enrojecida,
espera que la ataque
el negro sublime de la noche,
mi sombra se dibuja,
etérea,
sobre las baldosas de un patio pequeño.
Sus paredes se elevan hasta el ángulo
donde reposan los puntos infinitos
de mi perspectiva en la distancia.
Puedo ver con claridad
el orden complejo del conjunto.
Tengo que subir a cada instante
y contemplar la realidad,
esta verdad pequeña y estrujada,
que somos cada uno de nosotros.
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