Mi nombre no tiene consistencia.
Podría ser mar o cielo,
fuego o paz,
luz o cieno;
podría ser hombre
o esconderse en un alfabeto imaginario,
indescifrable y cauteloso,
misterio de los misterios,
desierto de los desiertos.
Mi nombre es un accidente.
Podría tocar el cielo con los dedos
o andar
las simas más audaces,
ser luz boreal, oscuridad longeva.
no importa la conjunción de las palabras
sino que nadie puede nombrarme
porque existo en un infinito
al que sólo pueden llegar
los elegidos y los encontrados.
Soy abismo y superficie,
pez y caña,
junco y ave,
música y silencio,
calor y escarcha,
alegría y angustia,
edén e infierno.
Y soy,
fundamentalmente,
un largo historial de penas, risas,
triunfos y fracasos,
aciertos y yerros,
amores conquistados,
amores pagados,
debilidades y traiciones.
Soy un sencillo teorema.
Sólo hace falta quién me descifre.
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