El mármol tiene vetas
que se abren y se cierran,
como un vientre inmenso,
deglutiéndose las formas,
encerrándolas por siglos,
para que sean liberadas
por los escultores
a golpes de cinceles y martillos.
La muerte sorprendió a Miguel
a punto de despertar a sus “dormidos”.
Es muy posible que en cada montaña,
en cada piedra
que yace, virgen, de nuestras manos,
se escondan los miles de seres
que esperan ser liberados
de su agónica cárcel.
Si las rocas se abriesen
veríamos el Nuevo Mundo,
hoy oculto,
con excepción del Bosque Encantado,
y las mil peripecias de los ojos
en el intrincado horizonte
de los Andes.
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