Una ciudad desierta,
atrapada por el tiempo
desde siglos que no existen.
Unos pocos testimonios de los seres
en depósitos sin brillo.
Las ramas, desnudas de sus hojas
y la tierra lavada por el viento.
Éste es el único eco que acaricia
a las manos que acariciaron sueños…
Blanquecinas y marmóreas tumbas
Desfloran el paisaje trémulo,
con cruces desgarradas,
epitafios que nadie leerá
y arbustos que crecen, descuidados.
No hay flores que adornen,
ni ojos que lloren,
ni rezos angustiados en los flancos,
ni caminos que conduzcan a la calle.
Estoy en otra dimensión
y me pierdo entre cipreses cansinos.
Sólo los huesos y yo
somos testigos de esta historia.
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