Una cañada
y el río que descansa,
manso y agreste,
sobre las piedras blancas,
ancianas, sabias de pureza,
inmóviles y tácitas,
sepultadas y presentes,
álgidas y taciturnas.
Un sauce de péndulas ramas,
verdes, azogadas y amarillas,
tostadas y granate,
inquietas y delgadas,
gráciles y melancólicas.
Un abrazo detenido y candoroso,
con caricias prolongadas
y un despojo repetido,
mutuo y susurrante.
Una escena tan simple y tan pequeña
que sólo existe
en el lugar de mis anhelos,
en el silencio opaco de la tarde,
en la soledad ociosa de momentos.
Quiero irme y quiero quedarme.
Ser otro mas en este idilio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario