Mi vida fue un largo corredor
rodeado de salas vacías.
Un estar apoyado, sin sentarme.
Un espacio equidistante
entre momentos sin tiempos.
Un querer seguir y,
sin embargo, quedarme.
Una montaña de libros
de los que el calor, no sale.
Un segundero de un reloj de pared,
inmóvil, tenue, rítmico.
Un desierto crepuscular.
Una calle con las luces apagadas.
Una mano helada,
Una caricia perdida en el aire.
Un suspiro al que nadie escucha.
Un clavo, una gota de rocío, una lágrima.
Llegó Pentecostés . . .
y el fuego se posó en mi cabeza.
Un rostro, sembrado en hermosura.
Tus manos, pancitas de Platero.
Tus ojos, faros, néctar.
Tu pelo, suave como la caricia.
Tus labios, maná de los manjares.
Y tu cuerpo, avecilla inquieta.
Esperarte.
Tenerte.
Abrazarte.
Verte dormir.
Ocupar tu espacio definitivo.
Extrañarte. Amarte.
Verte partir y verte llegar.
Tan plástico
como las palomitas torcazas
que forma el Río
desventurado por el viento.
1 comentario:
Hemos leído todo lo publicado en el 2008 y no hemos podido ver otra cosa que tu alma. Nos enorgullece contarte entre nuestros seres queridos.
Eduardo y Marta
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