La escalera
que conduce hasta aquí
tiene peldaños,
tiene tiempo,
tiene espacio.
Es una prolongada sensación de esfuerzo,
sin rellanos.
La escalera
que me trajo aquí
se partió
y se torció en sus tramos,
como brazos desesperados,
innecesarios e impensados.
A veces caí.
Me partí en pedazos.
He vuelto a subir
y, trepando,
he visto hacerse trizas, de a poco,
al mundo
como un gran harapo.
Subir, trepar . . .
Un día de sol y de pájaros
se esconderán los escalones
y estaré allí
en el precioso instante,
indómito y aciago,
de mi proyección en la distancia.
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