viernes, 28 de noviembre de 2008

A MI VIEJO, EL ANDALUZ DE LAS PAPIROLAS

En una tarde de marzo

mientras cantan los gorriones

colgados del hilo que corta el paisaje,

me acordé de vos.

Me acordé viendo las plantas

y los balcones de las casas vecinas

que delatan

la calidad del alma de sus moradores

que no conozco.

Escuchando Vivaldi grabado

y repasando a Kafka,

como un golpe de luz en mi memoria,

me acordé de vos.

Me acordé regando tus “nomeolvides”

y tus malvones,

quitándoles hojas muertas

en inútil espera de tu vuelta

y de tus palabras que hacían crecer.

Viendo mi imagen sola y triste

en el espejo de la sala,

ahora que ya he vuelto de tantas cosas,

y sintiéndote lejos,

me acordé de vos.

Es inútil querer que me olvide

de tus risas sin vallas,

de tus manos ágiles y prontas,

de tus ojos claros,

de tus palabras.

Son parte de una parte que no manejo

porque, sabrás,

te llevo inscripto y silencioso en mi alma.

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