Creyentes del rito,
me observan y se maravillan.
Me tocan y se dejan tocar.
Acaricio toda su carne
y sano el espíritu.
Me tocan, me liban, me acarician,
me pretenden y, cuando están cerca,
me voy,
caprichoso y altivo.
Me voy y cuando vuelvo,
les dono otra caricia sin prejuicios,
inquietante y golfa.
Presente en los lugares
que nadie reconoce
me hago uno
con el molde de sus cuerpos.
Los poseeré como nadie antes nunca
y volveré a irme.
Así siempre.
Soy el río.
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