jueves, 19 de marzo de 2009

MENSAJE DESDE LA CRISIS

El porvenir estará lleno

de puertas arrancadas

y de ventanas rotas,

de las que cuelguen

las alas desmanteladas

de las ilusiones y de las creencias

de los mas pobres.

Los ignotos actores

de la cifrada comedia cotidiana.

Aquellos que todo lo sueñan

y a los que siempre despiertan;

Aquellos que exigen

al ritmo de su miseria

y son abandonados,

con las manos vacías,

hasta que hagan falta nuevamente,

al retórico y empecinado

capricho palaciego.

Cuando pierden poco

lo pierden todo.

Son la vergüenza oculta.

En este mundo financiero,

mentiroso y descarado,

el poderoso ayuda al poderoso

y el pobre paga,

con el rostro acostumbrado,

como siempre pagó,

las pérdidas de los que siempre ganan.

martes, 3 de marzo de 2009

LOS DESPOSEÍDOS

Quienes sólo ven

lo que se ve,

ignoran tanto.

No conocen

el calor de las chapas,

el hedor de las zanjas,

las molestas goteras,

que todo lo empapan,

el frío que se cuela

y enfría las sábanas,

la basura apilada,

las moscas diárricas, incontenibles,

los mosquitos irascibles.

No ven

las ojeras de los niños desnutridos,

las lágrimas secas de los padres,

el dolor de los viejos pestilentes y postrados,

el búlgaro reflejo de los empedrados,

las bocas sin dientes,

las uñas sucias y partidas,

las panzas hinchadas de tanta polenta,

las muecas,

las arrugas tempranas.

No ven

ni quieren,

la ropa inundada,

los muebles rotos,

las fotos perdidas,

las luces apagadas,

el barro que se agarra,

el hedor a madera quemada.

La pretensión de pintar

un cuadro de los desposeídos

se trunca, se empasta,

con la ignorancia ciega

de los que saben tanto

y nada conocen.

EL AURELIO

La noche y su negrura

contienen

el blanco parpadeo matutino.

La obertura del trino de calandrias

se acompasa

con la chicharra vespertina.

Surge el fulgurante verde del pasto.

El ganado, quieto y expectante,

con miradas lejanas,

comienza el cansino trajinar de otro día.

Se enciende la lámpara

detrás del vidrio empañado de bostezos

y al abrirse la casa,

de detrás de la puerta que nada guarda,

se asoma el perfil

seguro y recto del Aurelio.

Se sienta en el tronco

al lado del hueco

desde donde el fuego calienta su cuerpo.

Mira hacia arriba para ver el cielo.

Se santigua lento, como despidiéndose

y tomando su mate

se volvió hacia adentro.

TARDES SOLITARIAS

En la tarde desierta y fría,

sentado en el lugar de siempre,

empecé a ver

a las cosas y a la gente

de un modo renovado.

Mis ojos,

que tantas veces se perdieron

en el horizonte borroso y precipitado,

encontraron el centro

de la visión global.

Destejí los nudos de la nueva trama.

Los colores,

que tantas veces me abandonaron,

me rodean

con su presencia.

¡Cúantos atardeceres apagados!

Y nosotros, tan lejos.