En la tarde desierta y fría,
sentado en el lugar de siempre,
empecé a ver
a las cosas y a la gente
de un modo renovado.
Mis ojos,
que tantas veces se perdieron
en el horizonte borroso y precipitado,
encontraron el centro
de la visión global.
Destejí los nudos de la nueva trama.
Los colores,
que tantas veces me abandonaron,
me rodean
con su presencia.
¡Cúantos atardeceres apagados!
Y nosotros, tan lejos.
1 comentario:
Sin duda, estimado Félix, tu poesía es una de las pocas que podemos leer y encontrarle sustento. Tanto Marta como artista plástica y yo: humilde trabajador de escriba, te felicitamos y te pedimos: No dejes nunca de escribir ese caudal enorme de poesía que se aprecia en tu vida. No te guardes nunca lo que puede ver tu corazón.
Publicar un comentario