Al sol se le someten las estrellas
y éstas a la luz y así siempre.
Ellas duermen su brillo en la mañana
y él muere desangrado por la tarde.
Cuando todos decidan no volver
y los ojos pierdan su sentido
nos invadirá la monotonía
de la noche sin día.
Las estrellas serán lo último por ver
y esto tiene su sentido
porque,
morir a ellas,
es nacer al febo que nos espera
más allá de la física y de la química.
Amaneceremos nuestros ojos
a la claridad de una jornada infinita.
y formaremos parte de las constelaciones.
Entrelazaremos el ser y la nada
y nos quedaremos,
imprescindibles,
en el espacio que les circunda.
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