El tiempo,
que sólo es presente,
no tiene ese efecto destructivo
cuando va pasando, suavemente.
La vida,
que a tantos preocupa,
por lo breve,
se hace una armonía serena
con los siglos siderales.
Los problemas graves
y los cotidianos,
que a veces amargan y consumen,
son pequeñas aventuras.
Y la felicidad,
ese extraño bien,
pequeño y corto,
es una constante, indomable,
inasible y desdeñosa.
Me llevo la mano a la frente
y temo soñar.
La fiebre discontínua
y la agonía,
se van hacia los rincones,
perfectos y exactos,
del lugar en que vivimos.
Mis hijos negados
y los otros,
se hacen carne sangrienta,
me diferencian, me imprecan,
me señalan.
Entre vos y yo
hay una ausencia,
igual y en penumbras,
ausencia aburrida, lenta y ginésica:
la ausencia de las formas.
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